Gracias a un trasplante renal ya no dependo de una máquina

Quito, 30 de abril de 2025

La enfermedad renal crónica es una condición que afecta la calidad de vida de las personas. Para Ángel Q., de 40 años, se convirtió en un reto diario durante ocho años. Todo comenzó en una cita odontológica, donde al tomarle los signos vitales, descubrieron que tenía la presión arterial alta. A pesar de las advertencias, inicialmente no le dio importancia, pero gracias a la insistencia de su jefe decidió buscar atención médica en el Hospital de Especialidades Carlos Andrade Marín, HCAM.

Allí, luego de hacerle los exámenes pertinentes, le diagnosticaron insuficiencia renal, lo que cambió su vida por completo. Asegura que cuando se enteró de la enfermedad "no sabía qué era, solo sabía que era algo grave, se me bajó el mundo".

Cuando le iban a dar de alta del HCAM, la especialista le informó que debido a su estado debía recibir diálisis. Los médicos que lo atendían le explicaron que podía acceder a un trasplante renal y sin dudarlo, ingresó a la Lista de Espera.

Durante ocho años su vida estuvo marcada por las sesiones de diálisis que cambiaron drásticamente su rutina, lo dejaban exhausto y limitaban sus actividades.

Sin embargo, todo cambió cuando recibió la llamada que esperó durante varios años. "Me llamaron tres veces y la tercera fue la vencida", relata con emoción.

Gracias al equipo médico del HCAM, Ángel pudo someterse a un trasplante renal que le devolvió la esperanza y la calidad de vida. "Parece que me saqué la lotería", afirma al describir su sentimiento después de la cirugía. Ahora, se siente victorioso y agradecido por la oportunidad de disfrutar con sus seres queridos y porque tendrá una mejor calidad de vida.

La experiencia de Ángel es un ejemplo de la importancia de la donación de órganos y la atención médica de alta calidad que ofrece el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, IESS, a sus afiliados. "Si no hubiera estado afiliado al IESS, no habría podido acceder a las diálisis ni al trasplante", asegura Ángel.

Se siente feliz, pero a la vez temeroso, porque a partir de ahora "todos los cuidados depende de mí, es un reto que tengo".

Invita a la población a considerar la donación de órganos como un acto de amor y generosidad que puede salvar vidas. "La donación de órganos no solo salva al paciente, sino a toda la familia", dice.

Su historia es un testimonio de resiliencia y gratitud. "A los médicos solo puedo decirles gracias por su profesionalismo y que sigan salvando vidas", concluye Ángel, lleno de emoción y alegría.  Su nueva oportunidad de vida es un regalo que valora cada día.